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Freakland

Dibujando una guerra

Dibujando una guerra "Escribiendo sobre Palestina y los Balcanes en forma de cómic, probablemente he llegado a más gente de lo que podría haberlo hecho a través de artículos periodísticos", me explicó meses atrás el dibujante y periodista estadounidense Joe Sacco. Mientras me dedicaba un ejemplar de su excelente libro "Gorazde, zona potegida" en el Salón del Cómic de Barcelona, le formulé en inglés precario una pregunta que a buen seguro había respondido ya un millón de veces: "¿Por qué escribe sus reportajes en forma de viñetas?"

Sacco obtuvo fama internacional gracias al cómic-reportaje "Palestina: en la franja de Gaza", un extenso libro en el que relata en primera persona su viaje a Gaza en el año 1992. Sus viñetas y bocadillos de texto dan cabida a descripciones detallistas sobre la vida cotidiana de los palestinos, recuerdos de los combatientes y represaliados durante la primera Intifada, digresiones sobre la historia de Israel y su expansión territorial a costa de sus vecinos y reflexiones personales sobre lo que el autor ve y oye a cada momento. En cada página hay lugar para relatos terribles y anécdotas desternillantes. Años después, repetiría con éxito esta fórmula en obras como "Gorazde" y "El Mediador". Mientras hablaba conmigo en Barcelona, Sacco acariciaba la idea de viajar en el 2005 a Irak para dibujar otro de sus reportajes.

Vida para un reportaje

"Me gusta narrar mis historias en forma de cómic porque puedo establecer una comunicación directa con los lectores", me explicó, mientras garabateaba un autorretrato caricaturesco en mi ejemplar de su libro. "A través de dibujos puedo mostrar todo cuanto veo en mis viajes", añadió. Información valiosa, qué duda cabe. Desde las calles sin asfaltar y llenas de barro en la Gaza de "Palestina" hasta el ambiente del Sarajevo de la posguerra en "El Mediador". Todo ello son datos que contribuyen a dar a los relatos de Sacco el hálito de vida que cualquier reportero se desvive por insuflar en sus crónicas, y que sólo unos pocos consiguen plasmar en sus escritos.

No creo que los diarios deban convertirse en revistas de tebeos para tratar de recuperar al público perdido, sobre todo entre las generaciones más jóvenes. Sin embargo, desde aquella conversación con Sacco pienso a menudo en si la ortodoxia de los tradicionales géneros periodísticos aleja a medios de comunicación y periodistas de su viejo cometido: hacer inteligible y atractiva la información relevante. Aún no tengo respuesta.

Paseando fuera de la jaula abierta

"El caminante", de Jiro Taniguchi, es uno de los cómics más extraordinarios que me he llevado a la vista en los últimos meses. Imaginad, si no lo habéis leído, una colección de historias cortas sobre los paseos de un japonés de mediana edad por su ciudad, en las que no hay más que la sucesión de parajes que recorre este personaje mientras camina en silencio. Sin apenas bocadillos de texto para palabras dichas o pensadas. Sin argumento, concebido en su fórmula clásica de planteamiento, nudo y desenlace. Sólo hermosos dibujos y un ritmo narrativo tan pausado como el paso del protagonista.

Y sin embargo, me encanta. Ahora bien, reconozco que, para apreciarlo en lo que vale, hay que haber leído "El caminante" en las circunstancias en que yo lo hice, o en una situación parecida: encerrado en las entrañas de las oficinas de Hacienda, en un cuarto caluroso y atestado de gente que, como yo, habían acudido a hacer su declaración de la renta. Muchos de ellos se removían en sus sillas o andaban de un lado a otro, sudando e impacientándose por la tardanza en ser atendidos por funcionarios tan nerviosos como ellos.

Sólo en estas condiciones se puede leer "El caminante" como lo que es: una ventana al tiempo que a veces desearíamos para dedicarlos a vagar sin rumbo, a no hacer nada salvo caminar sin prisa, contemplar el paisaje y explorar caminos que nunca hemos tomado y que despiertan nuestra curiosidad. El protagonista pasea para nosotros, por nosotros, mientras esperamos turno en una cola interminable, somos prisioneros de un atasco en la carretera o estamos enlatados en un autobus o en el vagón de tren. Nos recuerda, sin pretenderlo, la necesidad de arrancarle a las obligaciones cotidianas y a los compromisos personales algo tiempo y perderlo sin remordimientos, para mantener a salvo un poco de cordura.

La editorial valenciana Ponent Mon ha publicado esta obra, de 150 páginas, al no precisamente barato precio de 12,50 euros.