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Titulares

For years Moore

For years Moore Cuatro años más de George Walker Bush al frente de la Casa Blanca. Desgracia para los estadounidenses, pero ellos lo eligieron. Están en su derecho a irse al infierno como mejor les plazca, y una de las formas más dignas de hacerlo es sin duda el suicidio democrático de haber designado a Bush como presidente. No sólo ha ganado en electores; también ha obtenido un amplio respaldo popular, del que no se traduce en representantes, en Estados en los que el sistema de representación territorial (como ocurre en todas partes) devalúa el principio de un adulto, un voto. Lo triste es que el resto del planeta deberá seguir soportando el yugo del Presidente de una República que no es la suya y que condiciona su política económica, su normativa medioambiental, su régimen de gobierno; el poder de un Comandante en Jefe cuyos ejércitos devastan amplias zonas del planeta en nombre de la Paz, de la Democracia y, por qué no, de Dios, que como todos sabemos es americano.

Al conocer los resultados electorales (ajustados, sí, pero en este caso nadie habla todavía de fraudes) no he podido resistirme a echar un vistazo en la página web de Michael Moore, uno de los personajes que más esfuerzos ha dedicado en los últimos años a combatir al hombre infradotado al que llambaba "presidente". Así, entre comillas, como muestra de su desdén a una autoridad que consideraba ilegítimamente ganada. Trató de evitar su reelección con libros, conferencias, innumerables declaraciones en la prensa, un dominio en internet y un estupendo panfleto cinematográfico al que llamó "Fahrenheit 9/11".

Hoy MichaelMoore.com sólo presenta una imagen. Un retrato de George Walker Bush formado por un mosaico de cientos de fotografías de personas anónimas, similares a las de un carnet de conducir. Sin explicaciones. Sin un triste pie de foto. "El pueblo ha hablado", me aventuro a interpretar. Lo único que me llama la atención es el fondo negro, negrísimo, que enmarca la fotografía del presidente electo. ¿Un signo de resignación, de rabia contenida? ¿Qué debe sentir ahora el pobre tipo, después de su larga y quijotesca cruzada para despertar las conciencias de sus compatriotas, las almas que consideraba paralizadas por el miedo al terrorismo, por la ignorancia, por el fervor patriótico que han azuzado desde el 11-S los conservadores republicanos?

Confieso mi curiosidad por saber qué rumbo tomará ahora la labor de Moore, agitador genial, demócrata radical y demagogo hasta los tuétanos. ¿Será capaz de rehacerse de semejante revés? La política de Bush, en cambio, no me plantea demasiados interrogantes. Todos la conocemos sobradamente, así como los efectos que causa en el resto de la Humanidad. Sólo nos queda preguntarnos adónde será capaz de llegar en su aplicación hasta el 2008, y si, agotados los dos mandatos que la ley de EEUU establece como límite para sus presidentes, habrá en el partido del Elefante alguien capaz de recoger el testigo y proseguir la obra empezada, mantener tan lamentable legado.

Con Bush en el poder, Dios salve América y a nosotros de ella.

Un detalle de exotismo

Dos titulares salidos ayer por la tarde de las entrañas de una misma agencia de noticias, sobre el terremoto que azotó el noroeste de Japón.

"Al menos diez muertos y desaparecidos, y 500 heridos por seísmos"

"Los terremotos animan el arranque del Festival de Cine de Tokio"

Mientras la agencia española recibía y difundía a lo largo de la tarde informaciones sobre la tragedia procedentes de la agencia japonesa Kyodo y de medios de comunicación nipones, un corresponsal español desplazado a Tokio encontraba en el seísmo el único detalle de "exotismo" y "emociones fuertes" digno de titular una crónica sobre un festival de cine "carente de glamour y con la mirada fija en Asia".

¿Pero dónde había fijado su mirada este personaje mientras se hundía parte del país en el que estaba, mientras las radios y televisiones locales emitían la noticia a los cuatro vientos? Estaba en "uno de los salones del hotel Hyatt del ultramoderno complejo urbanístico de Roppongi Hills", escuchando las divertidas "peripecias cinematográficas" del primer ministro japonés, Junichiro Koizumi, durante la inauguración del festival.

"En un momento de su discurso las paredes y el suelo de la sala comenzaron a temblar, y los focos colgados del techo a balancearse. Sin embargo el primer ministro ni se inmutó, ni las más de 200 personas que abarrotaban el lujoso salón", explicó el cronista. Según su propio relato, cuatro horas antes el edificio había experimentado sacudidas aún más potentes, que fueron recibidas con idéntica indiferencia. Se trataba, probablemente, de réplicas de los seísmos ocurridos hacia las 18.00 (hora de Japón).

Tranquilidad absoluta

Según la agencia Kyodo, los temblores sepultaron vivos a tres niños bajo los escombros de su casa en Nagaoka, y atraparon a un cuarto muchacho en su vivienda de Kawaguchi. En Nagaoka fue necesario evacuar a 12.000 personas, mientras que en Tokamachi el hospital local tuvo que atender a decenas de heridos en el aparcamiento subterráneo, ante el temor a que el edificio se derrumbase. El balance de heridos ascendía ayer a 500 personas.

Es posible que, viendo la tranquilidad con que todo el público en el "lujoso salón" se tomaba aquellos temblores (empezando por el propio primer ministro), el redactor, sin nada de "glamour" hollywoodiense que llevarse a las teclas, tampoco considerase necesario comprobar a través de la televisión, las emisoras de radio o internet si el seísmo había tenido repercusiones más allá de facilitarle un detalle pintoresco para su relato. Lo raro es que, al llegar la crónica a la sede de la agencia en Madrid, ésta la transmitiera a las terminales de sus abonados en todo el mundo sin que, aparentemente, nadie considerase la posibilidad de que los dos titulares antes citados aludieran a una misma realidad.

Datos ocultos

Un titular me abofetea desde las páginas del diario El País de hoy. "Salud oculta los datos de las listas de espera", reza la primera plana del encarte dedicado a Catalunya. El periodista solicitó el pasado jueves un informe que el departamento de Salud redacta cada semestre sobre las listas de espera de los centros sanitarios catalanes y no le fue facilitado. El redactor recuerda que los medios no han tenido aún acceso al último balance, elaborado el 30 de junio.

Lo sorprendente es convertir en noticia el hecho de no obtener la información que se persigue. El hecho noticioso, a juicio de El País, consiste en que la nueva administración incumple su deber de presentar puntualmente informes sobre sus actividades al público. Sin embargo, cualquier periodista en Catalunya ha sufrido el funcionamiento de algunos departamentos de la Generalitat, en los que las peticiones de información de los medios se pudren en un eterno "vuelva usted mañana", cuando no dicen que los datos solicitados no están al alcance del público. Pasaba bajo el mandato de CiU, y no ha cambiado sustancialmente con el tripartito.

La política de comunicaciones de la mayoría de administraciones públicas se estructura hoy en día en torno a un gabinete centralizado que recibe las solicitudes de información y las responde (a veces) tras consultar a los políticos y técnicos competentes en la materia. Los funcionarios reciben órdenes de no facilitar datos a los medios sin la mediación del gabinete. Sólo los responsables locales de cada departamento (delegados y directores de servicios territoriales, en el caso de la Generalitat) pueden atender directamente a las preguntas de los periodistas.

Pasar a la ofensiva

En estas circunstancias, un titular heterodoxo como el de El País puede entenderse como una ofensiva por parte del diario ante el monopolio de la información al que aspiran las administraciones. Una necesaria rebelión ante los intentos de dirigir a la opinión pública que se inició años atrás con la implantación de gabinetes de comunicación en el Gobierno, la Generalitat y en cada vez más ayuntamientos para controlar y dosificar los datos que llegan al público. Una tendencia que ha degenerado últimamente en listas gubernamentales de medios "afines y hostiles" (filtradas por CiU meses atrás) y en ruedas de prensa en la que cargos políticos se limitan a leer un comunicado y no aceptan preguntas de los periodistas.

Ante un titular como el que publica hoy El País, me debato entre la idea de que es necesario exigir a las administraciones transparencia informativa y la sospecha de que, si aceptamos este tipo de noticias como normales en un diario, corremos el riesgo de convertir los periódicos en un listado de lo que quisiéramos saber y no nos dicen. Después de la edición de hoy, espero a ver cuánto tarda la Generalitat en publicar los datos sobre las listas de espera.

Pujol y su barretina de diplodocus

Jordi Pujol obsequió ayer con un strip-tease ideológico a los pobres desgraciados que asistieron a la conferencia que el ex dirigente de CiU pronunció en la Universitat Catalana d’Estiu, en Prada de Conflent. "Hay que vigilar el mestizaje, porque hay gente en Catalunya que lo quiere y ello será el fin de Catalunya", dijo. O más bien "advirtió", según los locutores de Catalunya Ràdio.

Es posible que lo único bueno de dejar de ser un personaje poderoso y notorio sea el no tener que preocuparse por airear en público pensamientos incómodos, impopulares o políticamente incorrectos. En definitiva, al no vivir aferrado a la poltrona uno ya no teme perderla por un inconveniente exceso de sinceridad. Éste parece el caso del ex presidente de la Generalitat que, lejos ya de su despacho oficial y del título de Molt Honorable, puede permitirse el lujo de expresar todo aquello que, hasta la fecha, sólo podíamos entrever en sus declaraciones oficiales o en boca de su portavoz oficiosa, su señora Marta Ferrusola.

"Si continúan llegando inmigrantes, de aquí a unos años ya no habrá iglesias y sólo tendremos mezquitas", dijo años atrás la ínclita señora, sin que Artur Mas, Josep Antoni Duran i Lleida y demás mandamases de CiU tuvieran el valor de contradecirla. Y Pujol, todo un caballero, se aprestó a superar la audacia de su esposa para no dejarla en mal lugar. Para los anales del nacionalismo catalán (tan civilizado y progresista, dicen) queda la gloriosa frase según la cual los inmigrantes "deberían pedir disculpas por no saber catalán".

Nunca, sin embargo, el ex President había mostrado de forma tan diáfana el pensamiento que tanto le atormentaba y que era incapaz de mantener silenciado como lo hizo ayer. Si ni siquiera podía acallarlo cuando su estancia en el poder le recomendaba hacerlo en nombre de la corrección política, ¿cómo iba a hacerlo ahora, cuando ya es libre como un pájaro y su partido está ya tan jodido que tras su marcha no le viene de aquí?

"A un vaso (lleno de agua, se entiende) se le tira sal y se disuelve", ilustró Pujol, como colofón a una ponencia gloriosa. "Se le tira un poco más, y también se disuelve, pero llega un momento en que ya no se disuelve". En esta hermosa parábola, el agua es Catalunya y la sal el inmigrante que debe ser convenientemente "disuelto" (o asimilado) para no amenazar la pura y transparente nación. Es una cuestión de "ser o no ser" para Catalunya, según el partiarca nacionalista.

En su desnudo integral, Pujol exhibió sin pudor la creencia íntima, sin duda no racionalizada, en que los catalanes ya se paseaban en la prehistoria con una barretina de piel de diplodocus. Que tallaban el sílex silbando Els Segadors. Que pintaban senyeras rupestres en el interior de las cuevas. Que los hijos de Catalunya, en suma, somos los depositarios de una cultura pura, cristalina e inmácula, caída como un Don de Dios sobre su pueblo elegido con el encargo de preservarla y no mancillarla. Tampoco en esta ocasión nadie parece contracecirle seriamente en su delirio. Y no ya desde su partido, sino incluso por parte de los que tienen no pocos motivos para desear mandar a CiU al ostracismo de por vida.

El portavoz de ICV, Joan Herrera, se aprestó ayer mismo a asegurar, en la línea de su partido, que "lo que define la sociedad catalana actual es el mestizaje". Uno no puede menos que dudar de la sinceridad de este enunciado cuando, a la hora de entrar al trapo y valorar unas declaraciones de Pujol que habrían llenado de gozo a Le Pen, Georg Haider y otros ultras que no han tenido oportunidad de convertirse en genocidas, el hombre "d’esquerres i progressista de debó" (tal es el lema de los ecosocialistas) se limita a decir que "suenan a antiguas". Cuando el multiculturalismo y la música de Manu Chao es lo que se lleva ahora, so carrozón, le faltó decir. Pero, en cualquier caso, Pujol "no es una persona racista" según ICV. Dios nos libre de difamar al patriarca. Sólo es que tiene "una visión cerrada y centralista de lo que debe ser Catalunya".

Con estas izquierdas, a la ultraderecha no le hace falta organizarse en un partido. Pobres inmigrantes y, sobre todo, pobres de nosotros.